Historias Inversas

Hace tiempo que perdí la pista de Joaquín. La última vez que le vi tenía buen aspecto, con una gorra militar del ejército de tierra, que me confesó había encontrado en un contenedor,  camisa por fuera del pantalón y sandalias de pescador. Una barba poblada ocultaba las heridas que el paso del tiempo le había producido. Miraba como los valientes, a los ojos. Era una mirada inquietante que te hacía pensar.

Joaquín no tenía residencia fija y variaba entre el portal 35 y el cajero del banco. Dormía con un ojo abierto por si la policía venía a “ejecutar el desahucio” y tenía que salir por pies en busca de una nueva residencia.

Recuerda cuando, tres años atrás, era un especialista en comunicación en una importante empresa informática. Vivía con su novia en un pequeño pero acogedor apartamento y aunque el trabajo les impedía disfrutar de muchas cosas juntos, se decía feliz de la vida que llevaba. Pero Joaquín, cada noche después del trabajo y antes de llegar a casa, visitaba a María, una sin techo que “vivía” en la calle desde hace más de 15 años. La Imagen de esa anciana pasando frío una noche de invierno parapetada en la acera entre cartones, había cambiado su vida. Y cada noche la visitaba cinco minutos, lo suficiente para llevarla un café, una barra de pan y una prenda de abrigo si hacía frío. Y volvía a casa satisfecho, con una sonrisa.

La idea no agradaba a la pareja de Joaquín. Consideraba que era una pérdida de tiempo y que andar en invierno a esas horas era peligroso. Fue una premonición. Aquella noche Joaquín no llegó a casa a su hora habitual y una llamada telefónica alertó a su novia de que algo había pasado.  

Habían pasado 6 meses hasta que despertó del coma. En la habitación no había nadie. Ni familiares, ni siquiera su pareja. Sin bazo, con las secuelas de dos costillas rotas y una mano prácticamente inservible doblada hacia dentro, no recordaba nada de lo que le había pasado, sólo venía a su mente la imagen de María, pasando frío y esperando el café.

Joaquín no espera que nadie le lleve un café. No espera visitas. No tiene nada ni a nadie y no se arrepiente en absoluto de cómo llevó su vida. El sabe que desde que conoció a María encontró lo único que necesitaba. Se encontró a sí mismo.

Espero verte pronto Joaquín.

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