Del taylorismo al liderazgo compartido

Nikasia me contaba con orgullo aquella ocasión en la que recibió el broche a la trabajadora del mes. Dentro de la fábrica de goma, su función era encordonar zapatos. Nadie era más rápido que ella. Se requería una agilidad especial en los dedos y un estar tranquila para acertar a la primera en el agujerito por donde pasaba el cordón, siempre vigilante de lo deprisa que iba la compañera que estaba sentada a su lado para cerciorarse que no iba poder superarla. Daba igual respirar aquel aire contaminado por la goma y del malestar que la causaba, circunstancia que la hizo abandonar su puesto de trabajo unos meses después.

Eladio, aquel tiarrón que trabajaba en la línea de producción de una empresa de televisores. Veía pasar los componentes y cómo el televisor iba tomando forma según avanzaba la cinta. Levantaba la mano cuando la necesidad de ir al servicio provocaba sudores en su frente y esperaba ser sustituido por un compañero que haría posible que la cinta siguiese funcionando imparable. En ocasiones, un mismo componente se amontaba en el puesto del compañero y saltaban las alarmas. Aquel compañero, sustituible, debería esperar en el banquillo hasta que otro fallase o su frente se llenase de sudor.

Laura es la team leader de un equipo de trabajo. A su cargo tiene más de veinte personas en diferentes ubicaciones. Parte del equipo es personal subcontratado sujeto a la normativa que impide mezclar churras con merinas. Laura no puede gestionar directamente el trabajo de esos empleados y debe utilizar un intermediario o dará pie a denuncias por prestamismo laboral. En las reuniones solo puede asistir personal interno y los acuerdos son transmitidos vía comunicados y a través del intermediario. Esta situación, sin obviar la gran diferencia entre los salarios de internos y externos, hace que las relaciones dentro del equipo estén condicionadas. En el ambiente un sentimiento de superioridad del personal con contrato en la empresa y resignación, rabia e impotencia del personal subcontratado.
El trabajo es repartido individualmente y cada persona es responsable de sus resultados sin tener en cuenta, ni siquiera conocer, el trabajo del compañero. La capacidad de Laura para juntar las piezas del puzle hace que los resultados sean más que aceptables para la organización.

Javier habla maravillas de la empresa donde trabaja Jaime. En sus conversaciones de café, Jaime describe una oficina sin divisiones, un espacio libre donde trabajan diferentes equipos que comparten información; las ideas vuelan de un equipo a otro. No hay juicios, nadie lleva la manija, todos opinan y respetan. Los errores se celebran como oportunidades y los éxitos se comparten. Entienden que su misión no es diferente a la misión de cada uno de sus compañeros y de la propia empresa. Disfrutan de horario flexible, sala de descanso, cafetería. Tienen la opción de trabajar desde casa, guardería, reducción de jornada… Sin embargo, lo más impactante para Javier es la forma en la que Jaime describe su lugar de trabajo, con brillo en los ojos, orgulloso y feliz de formar parte de esa empresa.
Ante esta avalancha de beneficios, a Javier le asaltan preguntas para las que no encuentra respuesta. ¿Si el liderazgo es compartido, estamos desperdiciando el potencial de los líderes naturales?, ¿Los salarios son iguales, influye la antigüedad, los estudios? ¿Cómo resuelven esas diferencias, ese agravio comparativo entre compañeros que hacen menos horas y cobran más? La conclusión de Javier es que estas personas trabajan bajo un paradigma diferente, están preparadas y alejadas culturalmente de lo que hasta ahora ha significado pertenecer a una organización. Ahora comprende por qué no hay fuga de talento en la empresa donde trabaja su amigo.

Tras este pequeño recorrido intentaremos sacar algunas conclusiones: las empresas necesitan resultados para poder permanecer en el mercado y su foco siempre apuntará al aumento de la productividad. La primera motivación para el empleado es obtener un salario acorde con sus expectativas y una vez cumplidas éstas, buscará aquel lugar donde se sienta importante, querido, reconocido y apreciado. Ese salario emocional al que muchos hacen referencia y que va más allá de los beneficios sociales que ofrecen las empresas.
Parece que el aumento de la productividad en un ambiente donde cada uno de los componentes de la organización se sienta parte importante de la misma, es la opción de futuro. Pero cuidado, se requiere un cambio de mentalidad tanto en empresas como trabajadores, y un cambio de este calado requiere tiempo, paciencia y dedicación. ¿Cuántas empresas están dispuestas realmente a apostar por este cambio?

El éxito de los planes de formación anuales

Para diseñar un plan de formación a medida en cualquier empresa, independientemente de su tamaño, es necesario tener en cuenta ciertos aspectos que harán de este laborioso trabajo un éxito o una forma adornada de malgastar dinero y recursos.

Debemos partir de una base sólida: El catálogo de formación. Este debe incluir todos los cursos activos a los que podemos acceder; es el motivo de la importancia de su  mantenimiento. Encontramos catalogados cursos obsoletos o los mismos cursos con diferentes versiones, circunstancia que entorpece el proceso posterior de selección y planificación de formaciones.

¿Cuánto tiempo necesitamos para recoger las necesidades del año siguiente?  Es común abordar el proceso dos meses antes de finalizar el año. En cualquier caso hay que marcar la salida y ponerle fecha de finalización. Nuestra obligación es atender el mayor número de solicitudes dentro del presupuesto de formación y éste es el trabajo más complicado.

Abramos un paréntesis en este punto. Si hablamos del reparto de la bolsa de formación,  en muchos casos no existe la solidaridad necesaria entre departamentos. No siempre el departamento de más personal debe llevarse el mayor porcentaje de la bolsa y sin embargo existe una lucha por equiparar el porcentaje, con el número de empleados por departamento. Esto atiende a dos razones principales: Se tiende a utilizar la bolsa de formación asignada como recompensa para empleados que no han podido ser bonificados de otra manera ofreciéndoles, por ejemplo, cursos de inmersión en idiomas o cursos de crecimiento personal tan de moda actualmente. Y esto es un problema añadido al no dar la importancia necesaria a estos cursos, que según mi opinión, sostienen la fórmula del éxito de las empresas modernas. La segunda razón es la posible pérdida de poder de los responsables de cada departamento frente a sus empleados y sus iguales.

Y nos encontramos en ese punto crítico donde se debe realizar una criba seria de todas las peticiones recibidas. El departamento de formación debe tener la potestad de rechazar las solicitudes no pertinentes. Pero nos encontraremos con la eterna pregunta, ¿Quién eres tú para saber si mi empleado necesita o no este curso?… Y a eso me refiero… Solidaridad.

Y esa potestad debe extenderse a la relación con el departamento de compras. En grandes empresas es necesario presentar al menos tres propuestas diferentes por parte de los proveedores hasta seleccionar la opción más adecuada a nuestras necesidades formativas. Este proceso siempre ha estado centrado en la disminución de costes poniendo en un segundo plano la calidad de los formadores. La opinión del departamento de formación debe ser definitiva y la comunicación con compras, constante.

A estas alturas hemos ajustado el presupuesto,  disponemos de los proveedores y  las peticiones cribadas y definitivas. Es el momento de los administradores de formación. Personas no siempre justamente reconocidas encargadas de planificar fechas, realizar convocatorias, preparar documentación (con el esmero necesario si son cursos subvencionados)  y tener la logística de las aulas en perfecto estado. Gestionar y sustituir bajas, atender llamadas relacionadas con los cursos… Tan común como inexplicable recibir llamadas sobre cursos para preguntar de qué van o por qué está incluidos en la convocatoria. ¿Quién le habrá inscrito en el curso?

Si disponemos de un departamento de Back-Office estamos de enhorabuena. Esa documentación, ese registro de asistencia, debe convertirse en datos dentro de nuestro LMS para controlar el absentismo a cursos, evitar la convocatorias repetidas y obtener un histórico de formación individual de cada empleado de nuestra empresa. Realizan el seguimiento y la evaluación de cada formación, aspecto al que no se le da la importancia necesaria teniendo en cuenta que debe servir de instrumento para medir la calidad de formadores y formaciones.  La realidad es que los administradores de formación suelen realizar también estas tareas en lo que se ha venido denominando proceso e2e, reduciendo el coste de mantener un departamento Back-Office paralelo.

Si pensamos que cuanto más pequeña es la empresa más fácil es la planificación anual del proceso de formación, nos equivocamos. Esta “rigidez” en cuanto a los pasos a seguir marcará el éxito del plan anual de formación.