Campus Promete. La magia del Compromiso

La educación del Ser es un paradigma educativo inspirado en la naturaleza humana, en la forma en la que el ser humano aprende y se mejora a sí mismo. Pone en el centro y en el inicio del proceso de aprendizaje a la persona, desde su experiencia subjetiva y en relación dinámica con su entorno, priorizando la búsqueda de su equilibrio emocional y social a la adquisición de conocimientos y competencias”.   www.promete.org

Mil gracias a la Fundación por darme la oportunidad de vivir esta experiencia.

He dejado pasar unos días para poder asimilar todo lo vivido y asentar los muchos conocimientos adquiridos durante estas dos semanas de voluntariado en el Campus de la Fundación Promete en Madrid.

Recuerdo como el fin de semana previo al inicio del Campus, se nos invitó a presentarnos y contar las razones por la que nos encontrábamos allí. Particularmente, apostaba por la acción. Son muchas las voces que se levantan pidiendo un cambio en el paradigma educativo pero no son tantas las que se ponen en movimiento, las que llevan años apostando por la idea de que una forma diferente de educar es posible. Aportar mi granito de arena y vivir la experiencia en primera persona era mi objetivo.

Estaría como coach en el área de audiovisuales y desde el primer día me sentí muy cómodo. Partía con la ventaja de ser un niño grande y no me fui difícil conectar con los alumnos rápidamente. Para ellos era Juanky, con K, al parecer Juan Carlos o Juancar era un nombre que poco aportaba en un área tan creativa como audiovisuales.

Allí estaba para lo que necesitasen, para acompañarlos, para colaborar en sus proyectos y para hablar de sus cosas y sus inquietudes siempre que quisieran. Increíble la capacidad de cada uno de ellos para cada mañana, al llegar, compartir las primeras horas con dinámicas de coaching, con feedbacks constructivos sobre las presentaciones que algunos de los compañeros ya habían hecho, para hacer una pequeña meditación que les prepararía para afrontar un frenético día alrededor de su proyecto personal.

Raquel como coach del área, María, Franccesca y Andrea como tutoras. Monitores que acompañaban a los alumnos en las horas que no estaban en clase, los incansables responsables del show, la organización. Un engranaje perfecto. Tan difícil de planificar como de llevarlo a cabo con esa sincronización.

Y sin darnos cuenta el Campus se acababa, ya habían pasado dos semanas. Había disfrutado de cada uno de los alumnos, de sus proyectos, de sus enseñanzas. Cada uno diferente, único. Muchos mostraban cambios significativos y confesaban que, más allá de su proyecto personal, algo diferente había crecido dentro de ellos. Ese último día, después de la dinámica de despedida, me quedé en el aula hasta al final, hasta que no quedó nadie. Solo Ricardo y Marta, director y codirectora de área que recogían cámaras, grabadoras de sonido, portátiles… Para ellos mi absoluta admiración. Honestidad, dedicación, dulzura, simpatía, profesionalidad, cariño. Ni una voz más alta que otra, ni una queja, siempre una sonrisa, siempre dispuestos. Mi suerte saber que están ahí y mi responsabilidad estar a su altura.

Con una sensación en el estómago de esas que no sabes si tienes que reír o llorar, bajé por las escaleras y atravesé el patio del colegio. Por el camino padres de alumnos me saludaban, muchos visiblemente emocionados agradecían lo que había supuesto para ellos y sus hijos esas semanas en el Campus. Con eso me quedo, con su satisfacción y la convicción de que el año que viene repetirán experiencia. A esas alturas ya no podía disimular mi emoción y los ojos se me llenaron de lágrimas.

Camino hacia mi casa conduciendo y bastante emocionado, reflexionaba sobre todo lo que había vivido. Daba vueltas alrededor del concepto de “normalidad”, sobre lo que se considera normal, sobre eso que se acepta como estándar de comportamiento, como patrón y guía y nos hace rechazar todo aquello que se aleja de lo establecido. Sin duda, había que darle una vuelta. Es muy posible que permanecer en la costumbre, seguir la línea y aceptar esos parámetros establecidos, nos aleje de la oportunidad de construir modelos diferentes de educación, comunicación, colaboración y trabajo. En definitiva de un nuevo modelo social.

 

Procesos de selección y otras gaitas

A lo largo de mi vida profesional he tenido la suerte de rodearme de mentes privilegiadas, auténticos aventajados. Esto que puede ser común para muchos, pasa a ser excepcional cuando acompañan sus dotes profesionales con una calidad humana extraordinaria.

Curiosamente todos y cada uno de ellos están actualmente desempleados. Algunos dejaron sus empleos hace tiempo siguiendo aquello que los hacía felices. En otros casos, las empresas a las que pertenecían decidieron por ellos. Tras varios años de crisis para ellos y para otros muchos, satisfacer las necesidades básicas se ha convertido en un reto diario. Su empleo es reinventarse cada día, lo que les otorga un plus de valor añadido.

Hablamos de personas de más de 45 años, aquellas personas que están casi descatalogadas por edad. El valor de lo que pueden aportar a las empresas incomprensiblemente queda en último plano porque “tienen el diente retorcido”, con su teórico sueldo se puede contratar a dos o tres personas, saben mucho y pueden desestabilizar los departamentos.

Y entramos en el mundo del Curriculum Vitae: la primera criba en un proceso de selección. Cansado de escuchar tendencias que de momento solo son eso, tendencias, artículos donde se aconseja no poner la edad o no poner foto, entrevistas a empresarios donde aseguran que, para sus empresas, los resultados académicos o la experiencia no son tan importantes y lo que le mueve a contratar es, tras una entrevista personal, la motivación, la intención, las ganas. ¿Dónde están esos empresarios?  “Resultado de la contienda: 1.234 currículums enviados a lo largo de dos años y medio y ni una sola entrevista”.

El mundo de los becarios merecería un artículo aparte. Los becarios ya no preparan café o hacen fotocopias. Realizan el mismo trabajo, tras un corto proceso de adaptación, que el resto de los componentes de cualquier departamento. Son baratos, en un alto porcentaje de coste cero. Nos aprovechamos de su ilusión, de su miedo al futuro, porque cada uno de ellos alberga la esperanza de que al terminar su paso por la empresa, alguien se haya fijado en él y le ofrezca un contrato.

Complicado hacer un resumen  y comprobar que la tendencia real de las contrataciones y los procesos de selección es la misma que hace décadas. Que después de becarios y “descatalogados” nos quedan aquellas personas que, de momento, conservan su puesto de trabajo. Sumisos o valientes, pero con un ojo puesto en lo que pasaría si se quedasen sin ese “tesoro”.  Ahora cuando preguntas a personas que no ves hace tiempo que tal está su respuesta es típica: “Con trabajo, que no es poco”.

Es la era de los emprendedores, de los autónomos, que de una manera u otra luchan día a día molidos a impuestos, sin ventajas sociales y sin apoyos para llegar a fin de mes. Para muchos una condena, para otros la oportunidad de realizarse, de reivindicarse. Deseo real o resignación, es la única vía posible para los que cada día somos más.