Leo una y otra vez artículos sobre personas desempleadas mayores de 50 años, y de las dificultades que encuentran a la hora de reincorporarse al mercado laboral. La mayoría de los artículos coinciden en unas recomendaciones que he intentado seguir al pie de la letra:
Tener un CV atractivo y siempre actualizado. Realmente no tengo un CV, tengo varios adaptados a los puestos de trabajo en los que, con seguridad, podría ofrecer un alto rendimiento. Desempleado pero honesto
Formación continua. Estoy convencido que seré nominado para estar en el top ten de los parados que más han invertido en formación. En estos dos últimos años he terminado el grado en Psicología, me he formado como coach personal, ejecutivo y de equipos de trabajo (para éste último hice un curso de especialización). Realicé el curso de Comunicador de élite y ahora lo estoy reforzando con otra especialización. Formador de Formadores con calificación de sobresaliente y sello de profesional de confianza. Introducción a PNL. En noviembre empiezo el Practitioner y en Enero un curso de emogestión (Neurociencia e inteligencia emocional).
Redes Sociales. Lo que viene siendo hacerte visible. Dos páginas web, blog, perfil de Linkedin (con asesoramiento de un profesional), Facebook, Twiter e Instagram.
Alta en portales de empleo. No sé si me queda alguno. Esto que parece simple puede llegar a desesperarte. Completar el CV en cada uno de ellos y tenerlo actualizado es una ardua tarea que consume bastante tiempo. Y si además tienes que aplicar a un puesto y te redirigen a la Web de la empresa, en muchas ocasiones tienes que volver a completar el CV desde cero. Pues lo hago. Hasta la fecha he aplicado a 1249 ofertas de trabajo y como resultado he obtenido 0 entrevistas.
No sólo aptitud, se requiere actitud. Convencido de que no es suficiente con el apartado anterior hay que salir a la calle, llamar a puertas, llamar por teléfono, escribir correos personalizados. He interiorizado el “ya te llamaremos” de personas que hacen de cortafuegos y tiran a la papelera cualquier propuesta, documento o CV una vez que te dicen adiós amablemente.
Voluntariado. Voluntario en Mensajeros de la Paz ofreciendo sesiones gratuitas de coaching a mujeres en riesgo de exclusión social. Voluntario en Fundación Promete Madrid 2017 durante las dos semanas que duró el Campus, ejerciendo de coach en el área asignada.
Tirar de contactos. No dan abasto.
Y ante este panorama toca emprender a los cincuenta, lo que llaman reinventarse, pero llámalo como quieras. Ser autónomo, buscarte la vida, seguir llamando a puertas. Apuntar que por formación y convicción me considero dentro de ese grupo de personas comprometidas que se dicen “agentes del cambio”. Coaches, formadores, comunicadores…, ejercen su trabajo siempre con la premisa de aportar un valor añadido a lo que hace, es un ganar – ganar.
Pero en esto del crecimiento personal hay personas sembrando desde hace muchos años. Merecido que ahora recojan sus frutos; los que venimos detrás nos toca remar. El primer consejo cuando te formas es encontrar tu nicho de mercado y ofrecer algo nuevo, innovar. Vaya, fácil no es que te lo pongan, y sin embargo persistimos con ilusión.
Y tenemos que entrar en la parte emocional de todo el asunto. Resuenan en tus oídos frases como “persigue tu sueño, nunca te des por vencido, insiste, no cejes en el empeño, tú lo vales”. Pienso en esas personas sin ingresos regulares, con dificultades para satisfacer las necesidades básicas. Personas que han pasado por todas estas fases y no han tenido la suerte o el acierto de encauzar su camino. Me pregunto cuál será su nivel de resiliencia en estos momentos.
Reflexionando sobre el poder que determinadas personas tienen de cambiar vidas, para bien o para mal (y sé de lo que hablo), sobre desde dónde se da un consejo, cuándo, a quién y sobre lo que en muchos casos hay detrás de esas recomendaciones, me gustaría haceros pensar en alto y recoger todas esas ideas para, entre todos, ayudar a aquellos que todavía seguimos perdidos entre lo que realmente queremos hacer y lo que tenemos la necesidad de hacer.
“Paseaba por la Gran Vía de Madrid y sorprendido me topé con un grupo de músicos de cámara. Estaban interpretando el Canon de Pachelbel. Simplemente impresionante. Unos metros más adelante un mago acumulaba gente a su alrededor, un pintor, un flautista, malabaristas, mimos… todo talento. No me atrevo a hacer una reflexión sobre todo esto; simplemente me hubiese gustado saber tocar un instrumento musical”.