Empezar algo y perder la ilusión. Estar convencido de lo que quieres hacer y abandonarlo cuando solo has iniciado el camino. Muchos hemos pasado por ello. ¿Qué nos faltaba?
Convicción. Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Cualquier proyecto tiene que ser estudiado, pensado, repensado. Necesitamos estar seguros de que será un éxito, no nos gusta el riesgo, la incertidumbre. No nos damos la licencia de fracasar. Nos saboteamos.
La convicción se consigue desde la confianza en que lo que tienes es bueno, lo mejor. Sabes que la persona que disfrute de tus productos, que asista a tus ponencias, que invierta en tus formaciones, será afortunado porque el valor de lo que se llevará superará sus expectativas. Tu proyecto no es sólo una transacción económica. Tu proyecto eres tu y lo que representas. Esa es la clave, la actitud. Ilusionarte y generar ilusión.
El papel lo aguanta todo, es cierto. Por eso lo que ofreces es tu compromiso, tu compromiso contigo mismo y con las personas que van a confiar en ti. Si ofreces un producto excepcional, un valor añadido, que el producto sea excepcional y aporte valor. De otra manera estarás abocado al fracaso.
Tienes vértigo, dudas, no sabes si serás capaz, si estarás a la altura. Pero ya no es una barrera, es un aliciente. Has adquirido un compromiso, estás ilusionado, tienes una responsabilidad. Lo tienes todo para triunfar y piensas que nunca más serás aquella persona que fabrica proyectos y los guarda en un cajón.